The Newsroom

Dice un amigo y colega que nadie sabe cuánto daño le hizo la serie «Lou Grant» al periodismo. Para los más jóvenes:  Lou Grant,   teleserie americana  ambientada en el periódico «Los Angeles Tribune»,  narra las vicisitudes personales y laborales de un grupo de incorruptibles y honestos periodistas. Se emitió a finales de los 70/principios de los 80  cuando solo había dos canales de televisión  y no hacía falta medir el share porque éste era 100% para TVE .  La audiencia media del prime time de Televisión Española era de 10 millones de espectadores. Eso un día tras otro. Y no hacía falta que muriese Chanquete o que Casillas detuviese un penalti. Si me permiten el sarcasmo, diez millones de personas viendo lo mismo todos los días no puede deparar nada bueno. Pero me estoy desviando del tema.

Las críticas  de mi amigo, periodista de profesión,  hacia la nefasta repercusión de «Lou Grant» en el periodismo derivaban de la visión extremadamente romántica que la teleserie tenía de nuestro oficio. Por encima de las presiones, los dilemas morales, las urgencias, los errores y las rencillas personales, los periodistas de «Los Angeles Tribune» siempre hacían lo correcto. Las broncas en la redacción se solucionaban con un abrazo, las zancadillas profesionales se solventaban  hablando a calzón quitado en el despacho del director y los máximos responsables del periódico siempre apoyaban a sus redactores y editores frente a los oscuros intereses del político, el empresario o el  antagonista correspondiente a la temática central del capítulo de turno . Hasta los problemas «de cuernos» entre compañeros de trabajo tenían buena solución en «Los Angeles Tribune» . «Y así – se lamenta mi amigo- las facultades de periodismo de media España se se llenaron de ingenuos/as.»

Mi amigo exagera. Incluso ponderando que solo había un canal  y el personal todavía no tenía demasiada experiencia en esto de ver la televisión, parece excesivo pensar que la gente no supiera distinguir la realidad de la ficción. Las series de televisión, el cine, la comunicación  audiovisual  son, por definición, fragmentos de realidad unidos de manera lo suficientemente hábil como para ofrecer una apariencia de realidad que siempre resulta mucho más amable, perfecta o estética que la realidad misma. Cualquiera que haya grabado y editado una entrevista o reportaje sabe de lo que estoy hablando. Parece real pero no es real. Es mejor que lo real. Y esto funciona así desde el el porno a  los documentales sobre la Gran Barrera de Coral .  A estas alturas ninguna serie de televisión de médicos debería ser criticada por no reflejar fielmente la realidad de los médicos. Ni puede ni debe. Primero porque el propio lenguaje audiovisual tiene una serie de limitaciones que lo impiden y segundo porque sería mortalmente aburrido. Si esto es así, cómo no ser indulgente con las licencias narrativas de una serie sobre una profesion que tiene en la frase «que la realidad no te aparte de un buen titular» una de sus sentencias más ajustadas a su quehacer diario. ¿Lo dudan? Bueno, este titular publicado  en 1995 por ABC (en plena polémica por el caso GAL) bajo la dirección del ilustre Luis María Ansón, maestro de periodistas, debería servir para zanjar el debate. A veces la realidad supera a la ficción

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Si has llegado hasta aquí, lector, y ya has empezado a preguntarte a santo de qué viene toda esta disertación, paciencia, ya llegamos. Es que voy a hablar de The Newssroom y no quería hacerlo sin antes dejar claro que ni por asomo pretendo confundir a nadie sobre lo que -en realidad- es el ejercicio del periodismo en televisión y más concretamente, en los informativos en televisión. The Newsroom es ficción y ficción audiovisual, por tanto, doble ficción. Eso no lo desacredita como un buen espejo para periodistas interesados por los informativos  y mucho menos como un notable producto de entretenimiento. Todas estas prevenciones eran necesarias para lo que paso a exponer.

Hace unos meses otro colega periodista, compañero desde hace unos cuantos años en ETB, me preguntó si conocía The Newsroom. No. No la conocía.

-Tienes que verla. Te va a gustar.

No solo me gustó. Me emocionó. En realidad primero me deslumbró, luego me divirtió, me entretuvo, me hizo pensar y, finalmente, sí, me emocionó. También reconozco que estoy absolutamente abducido por Will McAvoy, el personaje que interpreta Jeff Daniels, y platónicamente enamorado de su editora, Mackenzie MacHale ( Emily Mortimer). Me he tragado las dos primeras tempradas enteras y espero con ansiedad la tercera y última que se estrenará en otoño

Vayamos por partes.

Decía que The Newsroom me deslumbró. De entrada tiene una de las mejores cabeceras de programa/serie que recuerdo haber visto. La música me parece magnífica y el montaje sintetiza algunos de los elementos clave de un informativo de televisión.

El video anterior corresponde a la cabecera de la segunda temporada. La de la primera introducía otro elemento que para nosotros resulta menos significativo pero que para el público americano estaba cargado de intención: un repaso a los rostros claves de la información en TV en la historia de EE.UU daba paso a otro montaje con la presentación de los personajes de la serie. Una especie de «izan garelako, oraindik ere bagara»/ «somos porque fuimos», que me parece emotivo y acertado. Me vienen a la mente unos cuantos rostros que incluiría sí tuviese que hacer una cabecera así con las caras de Teleberri.

En realidad el primer impacto -en el buen sentido-  está en el arranque de la serie. El primer capítulo no empieza tras la cabecera, sino antes de ella y con una secuencia que parece surgir de la nada, sin contexto previo. Una secuencia brillante. En un foro universitario tres conocidos periodistas responden a preguntas de los estudiantes y de un moderador.  En los primeros compases de la escena descubrimos, mas bien deducimos (una constante en la serie)  que uno de ellos, Will McAboy, ya veterano, ha cimentado su carrera en una medida mezcla de populismo y cautela, siempre amable con el público y con el poder, siempre  «políticamente correcto». Pero…

Así empieza The Newsroom. No voy a destripar la serie. Solo añadiré que quien quiera seguir viéndola encontrará  diálogos afilados y vertiginosos, estructuras narrativas complejas, giros de guión sobresalientes, montajes muy dinámicos, una ambientación excelente, tensión dramática a paladas, guiños a la actualidad y a las nuevas tecnologías…y, sobre todo, reflexiones muy interesantes sobre el periodismo, la independencia, la democracia, el poder de los medios, las presiones sobre los periodistas y la delgada barrera entre información y opinión. Y por encima de todo es una genial reivindicación de honestidad frente a la supuesta objetividad periodística .

En cada capítulo hay algo de todo ello. Los temas ( al margen de las tramas personales que nos hablan de celos, amistad, lealtad, amor y desamor) son los que tienen que ser en una serie de periodistas. Son una constante los debates sobre  la libertad de expresión y el derecho a la información,  la intimidad y el  honor. Y para mi gusto lo más certero es el enfoque que hacen sobre el peso de los indices de audiencia y los acertados  retratos sobre el  ego de los presentadores y nuestra necesidad casi patológica de ser queridos/vistos/aceptados y seguidos. Termino la glosa. El espectador  de The Newsroom también se asomará ( con todas las prevenciones ya citadas sobre la distancia realidad/ficción) a uno de los lugares mas intensos y magnéticos que he tenido la suerte de conocer: la mesa de un estudio de informativos y su prolongación natural e invisible, el control de realización. Realmente ha habido destellos en algún capítulo que me han transportado ahí dentro. ¡Bravo! Por ejemplo, via @jurdan, (eskerrik asko!) esta escena. Al hacer click os dirá que no puede mostrar el video, asi que teneis que para verlo teneis que pulsar el logo de You Tube que aparece en la parte de abajo a la derecha, junto al icono de «ampliar a pantalla total»

The Newsroom tiene también detractores. Y algunos de sus argumentos deben ser  tenidos en cuenta. Tiene un punto machista y sobre todo ideologizante. Las reuniones del equipo de redacción para cerrar la escaleta del informativo son tan divertidas como  absolutamente irreales, la rapidez, eficacia y contundencia de los periodistas y productores en su trabajo  resulta demencial (en media hora encuentran a un rebelde sirio escondido en un zulo de Damasco con conexión ADSL y dispuesto a contar a la audiencia todo lo que está pasando durante un bombardeo) y algunos personajes evolucionan personal y profesionalmente más rápido que los monstruos de Pokemon. Pero son -a mi entender- pecados veniales. El pecado mortal -colegas periodistas de informativos en  TV- es no verla.

 

Acerca de JUAN CARLOS ETXEBERRIA

Periodista vasco. Trabajo actualmente en los servicios informativos de Euskal Telebista (ETB) como presentador del informativo Teleberri 2.
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2 respuestas a The Newsroom

  1. Tenía claro que tarde o temprano tendrías que escribir sobre esta serie. Te recomiendo, tras el final de la tercera, que no olvides a su creador (Aaron Sorkin) y sus obras: El ala oeste de la casa blanca, Studio 60. Por supuesto que es ideologizante. Es parte de su encanto, no un motivo de rechazo: es prodemócrata, pero sin ser excesivamente cruel con un republicanismo al que intentar conducir a senderos menos espeluznantes que los que puede llegar a seguir.

    Y, tras Sorkin, lánzate a las series de David Simon (también cargadas de «mensaje» social-político, sin por ello desmerecer) que son de tan alta calidad que dejan a cualquiera de las demás series de televisión en una especie de segundo nivel. No es que sean «series» buenas, es que son «otra cosa».

    Recomendable: The Corner, The Wire, Tremé e, incluso, la bélica The Kill Generation.

    Con respecto a la secuencia impactante con la que la serie arranca, no pude evitar contestarme a esa pregunta tan interesante: ¿Por qué es Madrid (elije la que te corresponda, ya sea país, ciudad…) la mejor ciudad del mundo?
    Y respondí lo siguiente:
    http://giusseppe.net/blog/archivo/2013/09/11/por-que-vivo-en-madrid-aunque-no-es-la-mejor-ciudad-del-mundo/

    De lo más interesante, desde mi perspectiva, es que no solo se limita a hacer una serie buena para un sector profesional, sino para cualquiera que quiera verla, es entretenida, inteligente, profunda, compleja… lo necesario cada vez más en este mundo del siglo XXI del que tontería simplista es decir que es un cambalache, problemático y febril.

    Querido amigo, como de costumbre, gracias por tus palabras y por un texto tan interesante.

    Un abrazo,
    Giusseppe

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