In memoriam

El sábado pasado murió Concha Chaos. Era la bibliotecaria de la primera biblioteca que pisé en mi vida, la infantil de la Plaza de la Constitución de Donostia. No quisiera parecer desafecto pero el nombre de Concha Chaos no tenía ningún significado especial para mí. Su mirada, en cambio, la tengo grabada en mi memoria con una deslumbrante nitidez, con la certeza de haber sido una de las referencias de mi infancia.

A comienzos de los 70,  en el primer piso del edificio que albergaba la  biblioteca municipal de San Sebastián,  cada domingo por la mañana se habilitaban unas salas para que los aficionados a la filatelia y numismática intercambiasen sellos y monedas antiguas. Mi aita solía llevarme allí.  Le encantaba. ¡Yo tenía 8 años y  me aburría como un hongo!

-¿Te aburres, Juancar?

-Un poco…

-¿Quieres subir a la biblioteca infantil? Al final de ese pasillo hay una escalera estrecha de madera…Es ahí.

-Vale…

En realidad me aburría tanto que si me hubiese propuesto salir de allí para escuchar una conferencia sobre la conquista de Albania también habría dicho que sí. De hecho no tenía muy claro qué era eso de «la biblioteca infantil» porque no existían bibliotecas infantiles en Gipuzkoa.  Aquella fue la primera. La pensó y puso en marcha Concha Chaos.

Aun a riesgo de que la memoria me traicione y mi imaginación haga el resto,  me veo a mi mismo saliendo de la sala donde mi padre trataba de encontrar un sello de trenes que, por alguna razón, buscaba con ahínco entre las colecciones de sus colegas. Voy dejando atrás el bullicio del regateo y las transacciones filatélicas y cruzo un pasillo flanqueado por tupidas cortinas marrones que parece no llevar a ninguna parte. El reojo de un bedel me hace dudar pero recuerdo las indicaciones de mi aita y sigo adelante.

Al fondo a la izquierda, efectivamente, asoma una escalera de madera estrecha y sumamente empinada. El pasamanos es de madera oscura, huele a cera de mueble viejo y esta cosido de diminutos agujeros de carcoma. Da un poco de miedo. Casi todos los escalones crujen cuando me apoyo. Llego hasta el descansillo pensando que alguien aparecerá en cualquier momento para reñirme por semejante escandalera.

La puerta es clara. No diría que blanca pero si notablemente más luminosa que la escalera que he dejado atrás y -por supuesto- que  las salas de los aficionados a los sellos cuyas voces han dejado de oírse. El silencio es total. La manilla, alargada, de metal bruñido y frío por lo que se ve está bien engrasada porque no hace ningún ruido al tirar de ella.

Cuando cruzo el umbral me doy cuenta de que hay muchísima luz. Luz natural que llena una amplia sala irregular, de techos altos y suelo de madera que cruje de nuevo  bajo mis pasos.  Voy entrando en la sala como un pequeño gladiador que pisase por primera vez la arena del Coliseo, desorientado, recorriendo con la mirada las estanterías llenas de libros pero  sin tener demasiado claro hacia donde debo encaminarme.

Bajo una de las ventanas, tras una mesa también de madera, la bibliotecaria me observa. Otros niños que han levantado la cabeza al verme entrar vuelven a sus lecturas. Alguno lo hace con estudiada indiferencia dejando claro que -a diferencia de mí- no es la primera vez que visita el lugar.

Me acerco a las estanterías y reconozco los lomos de una colección de famosas novelas ilustradas que tengo en casa. !Están todas! ¡La colección entera! Yo en casa solo tengo cuatro aunque he pedido otro tomo para mi cumpleaños. !Y están todos los de Asterix y Tintín! !Y los de Mortadelo y Filemón!!El sulfato atómico! !Magin, el Mago!

De repente noto que alguien escudriña mis gestos. La cabeza de la bibliotecaria sigue sobre el libro de su mesa pero por encima de la montura de sus gafas su mirada permanece fija en mi. Y entonces me sonríe. Solo un poco, lo justo. Es más… creo que no ha movido la boca. En realidad me ha sonreído solo con los ojos. Tampoco ha hablado pero he escuchado lo que me ha dicho con más claridad y verdad que la de mil palabras que hubiesen salido de sus labios.

«De acuerdo, bienvenido, veo que te gusta leer. Ya ves que aquí hay buena luz, tranquilidad y silencio, excepto cuando alguien se levanta y cruje el suelo. Disfruta de estos libros. Trátalos bien. Y respeta a los otros niños. Como ves aquí no hay más adultos que yo y no soy tu madre, de modo que no te diré lo que debes o no debes leer. Elige, pero elige bien. Me ha gustado que vengas, me gusta que los niños  vengan. Esto es para vosotros y es importante. Aquí aprenderás muchas cosas, desarrollarás tu imaginación y vivirás emociones.  Quédate el tiempo que quieras. Lo pasarás bien «, ha dicho sin hablar.  Entonces ha bajado la mirada y ha vuelto al silencio de su lectura.

Desde aquel día volví muchas veces a subir la escalera de la biblioteca infantil. Ella me saludaba con un inclinación de cabeza y yo le sonreía un poco al entrar. Alguna vez que leyendo a Mortadelo me daba la risa notaba su mirada severa pidiendo silencio pero en cierta ocasión la sorprendí esbozando una mueca de complicidad.

No recuerdo cuando dejé de ir. Simplemente crecí. Años más tarde, ya adulto,  me crucé con ella en alguna ocasión por Donostia. La miré pero no me devolvió la mirada, aquella mirada.  Imagino que la guardaba para los niños de 8 años que entraban por primera vez en una biblioteca.

Nadie muere del todo si alguien lo recuerda. Gracias por todo, Concha Chaos. Lux aeterna.

P.S: En el año 2007 Concha Chaos recibió la medalla al mérito ciudadano de San Sebastián por su labor como impulsora primero de la biblioteca infantil y después de las bebetecas, espacios de lectura para niños y niñas de hasta 4 años acompañados de sus padres y madres. Espacios de los que yo mismo y otros tantos donostiarras hemos disfrutado con nuestros hijos. En su discurso de agradecimiento por el galardón Concha Chaos aprovechó para pedir a los políticos «una buena biblioteca central, atractiva, moderna e innovadora, que haga que otras ciudades europeas vengan a Donostia a tomar ejemplo». Seguramente habría sido un buen proyecto por el que apostar como capital europea de la Cultura 2016. Lástima que Concha ya no esté aquí para proponerlo ella misma. Le habría bastado con mirar fijamente a los ojos.

 

 

 

Acerca de JUAN CARLOS ETXEBERRIA

Periodista vasco. Trabajo actualmente en los servicios informativos de Euskal Telebista (ETB) como presentador del informativo Teleberri 2.
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12 respuestas a In memoriam

  1. vicky pizarro dijo:

    Suscribo lo escrito. Lo único que puedo aportar es que, creo recordar, que para leer un libro había que rellenar una ficha, un trámite serio y riguroso que nos hacía sentirnos casi adultos. Con la lectura de tu texto me han llegado latigazos de recuerdos…

    • Xabier Antoñanzas dijo:

      únicamente una apreciación JuanCar, no solían ser los sábados sino los domingos cuando se intercambiaban sellos en la biblioteca municipal.No estaría nada mal tratar de encontrar sellos conmemorativos o con el tema de la ciudad de San Sebastian para impulsar el proyecto Donostia SS 2016 lo voy a investigar.

    • Es verdad, Vicky. Y eso que comentas de que nos hacía sentir adultos es uno de los encantos de aquella biblioteca y una de las virtudes de su bibliotecaria. Se tomaba aquello muy en serio y hacía que los niños asumiesemos pequeñas responsabilidades. Para chavales de 8, 9 y 10 años, la mayoría muy protegidos, aquello era todo un aliciente y una lección estupenda. Gracias por tu comentario.

  2. Mikel G. Gurpegui dijo:

    Ay, Juan Carlos, que me estás provocando un ataque de nostalgia agudo… De la cosa filatélica no sé nada, pero sí recuerdo vivamente la puerta giratoria, el bedel a mano derecha, la gran escalinata y luego aquella ascensión por otros dos eternos tramos de escaleras de madera, sus estruendosos crujidos, su penetrante olor, al final la luz de la Biblioteca Infantil, en verano con las puertas abiertas a la terraza, la mesita de la bibliotecaria, la ficha (juraría que un papel amarillo claro) que había que llenar… Y ella, Concha, a la que mis primos y yo llamábamos entonces «la de cera» porque nos parecía inmutable, impertérrita y fascinante tras su mirada amable y respetuosa.
    Tienes razón: con una mirada lo decía todo. Leer cerca de ella todos los libros de Tintín y los primeros sin dibujos fue un regocijo imborrable. Es increíble lo que te puede influir alguien con su mera presencia…

  3. Precioso, sentido, humano y amable… vaya, ¡como tú!
    Un abrazo y hasta pronto!

  4. Mer dijo:

    Mila esker honelako oroitzapen politak burura ekartzeagatik. Askok maite eta errespetatu izan dugu Conchita, konplize zenean eta baita zorrotza jartzen zenean ere.
    Besarkada handi bat denentzat Haur Liburutegira zijoan beste baten partez.

  5. txema urreizti dijo:

    Soy Txema Urreizti, uno de los primos a los que nombra mi primo Mikel….El ataque de nostalgia no ha sido agudo, es algo mas. Una persona de la que me acuerdo cuarenta años mas tarde como el primer dia, como tantas tardes de invierno con unas almendras y Enid Blyton…….Agur

    • Pues encantado, Txema. Mira, ahora que lo dices, el primer libro que mis maltrechas neuronas recuerdan haber leído es «Los cinco tras el pasadizo secreto». Seguro que no fue así. Antes habría otros, pero la portada de ese (un chaval descendiendo por una gruesa cuerda) se me ha quedado grabada. Un abrazo.

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