El debate

He criticado a menudo la desmesurada prevalencia de la forma sobre el fondo en televisión. El decorado, las luces, la «planta»del presentador o presentadora de turno, el mobiliario…a veces parece que hasta los invitados se eligen por su aspecto antes que por sus conocimientos. Es el mio un medio esclavo de la imagen y -con notable frecuencia-  esa servidumbre termina condicionando el mensaje, la historia, o sea, lo verdaderamente importante.

Dicho queda a modo de introduccion expiatoria porque… añado: ¿ a qué mente preclara hay que atribuirle la estética del debate de anoche entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez?. Fondo plano y frio, colores apagados, cámaras estáticas, poca variedad de planos, renuncia deliberada a utilizar los recursos técnicos más reconocibles  en una realización moderna… Como bien resumió el corresponsal de la BBC en Madrid Tom Burridge, parecía un debate de 1980

Si quienes diseñaron el debate buscaban apartar cualquier artificio para diferenciarse de otros formatos y bucear en las esencias de la dialéctica, creo que se pasaron de frenada. Y no un pueblo ni dos. Unos cuantos más. Paradójicamente, ese plató desprovisto de todo acabó siendo -al menos para mí- visualmente agotador.

Al desproposito formal contribuyó también el moderador(¿?). Tras el debate Pablo Iglesias fue muy certero al señalar en La Sexta que Manuel CampoVidal había abierto una época con el cara a cara Gonzalez-Aznar en 1993 y la había cerrado con el debate Rajoy-Sánchez como epílogo. Campo-Vidal llenó sus presentaciónes de frases interminables y hasta ampulosas, de preguntas que empezaban abiertas y terminaban no se sabe dónde. Derrochó retórica  para luego desaparecer en un ejercicio de prestidigitación periodística que casi nadie hemos conseguido entender. ¿Por qué no afeó la conducta a Pedro Sánchez cuando, en dos ocasiones, el lider socialista ignoró sus preguntas para lanzar la filípica que traía preparada de casa?  ¿Por qué no hizo notar a ambos candidatos que estaban consumiendo precisosos minutos en una constante repetición de acusaciones encadenadas que poco aportaban al espectador cuando éste las escuchaba ya por cuarta o quinta vez? ¿Por qué no dejarles en evidencia señalando que no respondieron a casi ninguna de sus preguntas y menos aun  a las que formularon otros periodistas via e-mail? ¿Por qué no advertirles de que las constantes interrupciones de uno y otro estaban conviertiendo un importante debate en una discusión de taberna? Una cosa es evitar el exceso de protagonismo y otra distinta mirar para otro lado –en alguna ocasión en sentido literal– cuando la situación pedía a gritos que el moderador ejerciese su función.  Esta mañana he leido sus explicaciones pero me han parecido muy poco convincentes

De todos modos, por encima de todas estas cuestiones formales, creo que al debate lo que de verdad le faltó fue altura política. No puedo decir que haya visto muchos «cara a cara» entre aspirantes a la presidencia de otros paises pero si recuerdo la profunda impresión que me han dejado  algunos discursos de políticos tan ideológicamente diversos como Gordon Brown, Barack Obama, Tony Blair, David Cameron, Fidel Castro o Francoise Mitterand. Una impresión radicalmente diferente por no decir opuesta de la que me quedó anoche.

Termino. Sigo pensando que si el contenido hubiese sido otro,  los errores formales habrían quedado en un discreto segundo plano pero ya lo dijo el Makinavaja: «en este mundo sin ética, solo nos queda la estetica». Pues esta vez,  ni eso.

Acerca de JUAN CARLOS ETXEBERRIA

Periodista vasco. Trabajo actualmente en los servicios informativos de Euskal Telebista (ETB) como presentador del informativo Teleberri 2.
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